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La deforestación de bosques y selvas del planeta es una de las peores prácticas depredadores del hombre, quien hoy más que nunca está en deuda con la Madre Tierra.
Hoy, desde la web La Regadera Verde nos envían esta interesante infografía sobre la deforestación.
La deforestación es una técnica de trabajo primitiva que sigue siendo usada indiscriminadamente por el ser humano en su afán de subsistencia económica, arrasando extensos pulmones vegetales en todo el globo terráqueo que son indispensables para combatir el cambio climático.
La inexistencia de políticas públicas dirigidas a preservar la naturaleza, es la causa principal que sostiene a la deforestación. Son miles los bosques talados a diario por razones económicas para alimentar la industria maderera, o preparar la tierra para una cosecha, actividades que forman parte del día a día en muchas naciones desarrolladas y en vías de desarrollo.
Al no existir, por parte de los Gobiernos, un plan claro de acción dirigido a cuidar de los ecosistemas claves para combatir el calentamiento global, sobreviene una desinversión oficial que impide la promoción de planes y programas de largo aliento.
Se actúa epilépticamente cuando sucede un evento catastrófico, pero no existe a nivel global un modelo de gestión sostenible que aliente la defensa del medio ambiente desde la edad pre escolar.
Y es una lástima, porque la educación ambiental es el peor enemigo de los excesos cometidos contra la naturaleza.
Muchos gobiernos de turno prefieren priorizar, por razones económicas, la explotación de áreas naturales ricas en recursos agrícolas y actividades ganaderas, pecuarias y mineras, antes que proteger los pulmones vegetales del planeta.
Así las cosas, la región amazónica, poseedora de 7 millones de kilómetros cuadrados de territorio que ocupa gran parte de Sudamérica y es considerada la selva tropical más grande del mundo, es una de las víctimas preferidas de la mano criminal del hombre.
En Brasil, una de las naciones más grandes y biodiversas del mundo, se ha perdido una superficie forestal que supera con creces el tamaño de toda Francia, gracias a actividades de ganadería fuera de control y una creciente explotación forestal realizada ilegalmente a través de la tala de miles de árboles amazónicos.
¿El motivo? Atender el mercado de madera internacional.
En ese escenario tan depredador como inconsciente, se han perdido muchas especies vegetales y animales endémicas.
Por ejemplo, el Ipé, un árbol nativo de la región amazónica brasileña está en serio peligro de extinción. ¿La causa? Su madera es muy comercializada en Estados Unidos, Francia, los Países Bajos, Bélgica y Portugal.
La deforestación es tan pero tan nefasta que también ha provocado la movilización de por lo menos un 17% de la población indígena que ha ocupado esa zona desde tiempos inmemoriales. Son desplazados de tierras que les pertenecen desde tiempos inmemoriales.
No conforme con eso, la destrucción de la selva amazónica, ha elevado en un 24% las concentraciones de carbono nocivo para la atmósfera, lo cual ha fortalecido el cambio climático, al igual que prácticas agrícolas intensivas que adicionan otro 11% a esta estadística mortal.
Y en los principales países involucrados, todos de la América del Sur, no existen señales de cambio. Todo lo contrario, la fiebre del oro amenaza con destruir la Amazonía en Venezuela, Brasil y Perú, mientras que la agricultura y la ganadería intensivas se expanden en la igualmente por la selva brasileña, así como en Ecuador y Colombia.
Tal situación ha elevado en un 24% las concentraciones de carbono nocivo para la atmósfera, al igual que prácticas agrícolas que adicionan otro 11% a semejante estadística.
Consecuencias
La biodiversidad de especies animales y vegetales acusa un 35% de pérdida planetaria, expresión de uno de los atentados más graves contra los ecosistemas de la Tierra.
Y solamente en la región amazónica, la deforestación ha desencadenado un aumento de la temperatura global en 4ºC, un aporte nada halagador que fortalece los efectos del cambio climático.
Otra consecuencia se registra en las emisiones de carbono, que se han incrementado en un 24% en esa región, mientras que la agricultura intensiva aporta un 11% de las cifras totales a nivel mundial.
¿Será que no hay quién pueda evitar la destrucción del pulmón vegetal más importante del planeta?
Otro grave problema se registra con la creciente erosión de suelos, más allá del Amazonas, donde países como Chile (60%) y Honduras (75%) llevan la delantera en destrucción de la capa vegetal.
Por si fuera poco, la FAO viene reportando desde 2018, una pérdida de un 40% de la cubierta vegetal que bordea las 230 cuencas hidrográficas del planeta, otra noticia nada halagadora.
De la misma manera, se han reducido en un en un 60%, las poblaciones de peces en los ecosistemas marinos y acuáticos, mientras que la actividad pesquera como tal se ha reducido globalmente en porcentajes que oscilan entre un 2,8 a un 5, 3%, aunque se teme que la reducción se ubique en un 25% en unos 50 años, según cálculos de la FAO.
Pero quizás lo más grave sea la reducción creciente en la disponibilidad de agua potable, otra consecuencia terrible de la deforestación, calculada en un 70% a nivel planetario.
De allí que sea indispensable emprender una cruzada de salvación de la naturaleza, una tarea pendiente de la comunidad internacional que ojalá lidere la agenda política.