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El Madrid otanista entre Rabat y Moscú… Washington mediante. Una oligarquía española que -entregada y sumisa- ha apostado todo por una España más dependiente -en realidad, menos segura- de la superpotencia estadounidense. España no ganará influencia en el Norte de África practicando el seguidismo hacia Estados Unidos, sino adoptando una posición autónoma.
Esta es una trampa en la que no debemos caer. Confiar nuestra seguridad en la frontera sur a la «protección estadounidense» es el mejor camino hacia el desastre. Casi todas las veces que se han enfrentado los intereses españoles y marroquís, Washington ha optado por Rabat. Lo hizo en 1975, cuando Kissinger dio a Hassan II el plácet para lanzar la Marcha Verde, desalojando a España del Sáhara Occidental. Y volvió a hacerlo, cuando la pasividad norteamericana fue la respuesta a la avalancha migratoria auspiciada por Rabat, utilizando la desesperación de sus compatriotas como arma de presión contra España.
De Rabat a Moscú pasando por Washington
Pero Pedro Sánchez nombró ministro de Exteriores a José Manuel Albares y le dio dos instrucciones: mejorar las relaciones con Estados Unidos y solucionar la crisis diplomática con Marruecos. Ambas cosas están muy unidas: la seguridad en el delicado «flanco sur» exige contentar a Washington y a Rabat. Como Enric Juliana afirma «el apoyo decidido del Gobierno de España a la OTAN en las semanas previas a la guerra de Ucrania ya fue leído en clave Magreb». Cuando otros países como Alemania e Italia todavía titubeaban, el gobierno español fue uno de los primeros que se ofreció a incrementar la presencia militar en el este europeo. Más «atlantismo» para que el hegemonismo estadounidense tenga en cuenta los intereses españoles en la frontera sur. Y concesiones a Marruecos para garantizar su colaboración: destitución de González Laya, la anterior ministra de Exteriores, que mantuvo una posición de firmeza ante Rabat, y cambio en la posición española hacia el Sáhara.
La entrega del Sáhara Occidental a Marruecos expresa el aumento de nuestro encuadramiento en los mandatos estadounidenses -reafirmada en la próxima cumbre general de la OTAN, cuya sede será Madrid, y en el anuncio del aumento del presupuesto militar español- que se enfrenta a los intereses de nuestro país. España no ganará influencia en el Norte de África practicando el seguidismo hacia Washington, sino adoptando una posición autónoma, que haga valer los históricos lazos que mantenemos con el conjunto de países árabes.
Además de que optar de manera tan abierta por Marruecos es también un mal negocio para España. Argelia -principal sostén internacional del Frente Polisario- ha respondido a la aceptación española de la autonomía para el Sáhara retirando su embajador de Madrid. De Argelia llega casi la mitad del gas que consumimos. Blindar ese suministro debería ser una de nuestras principales prioridades.
Y es inaceptable que después de cinco décadas de continuidad de la posición política española respecto al Sáhara Occidental, se demuela de repente, en un giro de 180 grados, y el gobierno español pase de apoyar las resoluciones de la ONU, que exigen la celebración de un referéndum de autodeterminación, a respaldar la ocupación marroquí, bajo el subterfugio de considerar al Sáhara Occidental una autonomía dependiente de Rabat.
De Washington a Rabat, pasando por Moscú
¿Por qué ahora? ¿Por qué precisamente ahora Pedro Sánchez ha dado un volantazo en un tema tan sensible como el Sáhara? ¿Qué relación guarda con la invasión rusa de Ucrania? Aunque no puede entenderse un cambio tan radical en la posición del gobierno español sin la intervención estadounidense, la invasión imperialista de Ucrania por parte de Rusia ha ayudado mucho, pero que mucho.
Washington prima a Marruecos frente a Argelia, mucho menos controlada que Rabat. Dado el avance yihadista en el Sahel, a que Francia está retirándose, y a que Rusia empieza a tener presencia, potenciar a Marruecos en la zona es la apuesta estadounidense. Y eso exige sacrificar al pueblo saharaui.
Pero la invasión rusa de Ucrania ha provocado un conflicto -previsiblemente prolongado- en el este del continente europeo, que adquiere -para la superpotencia estadounidense y sus y oligarquías europeas dependientes- gran importancia mantener estable el flanco sur. Y el aumento de la exigencia de Estados Unidos de una España más sumisa.
España pierde
Gracias a la invasión rusa de Ucrania, con la nueva ampliación de la OTAN gana el hegemonismo estadounidense y pierden los países y pueblos europeos -que se ven convertidos en un área de tensión permanente entre Rusia y Estados Unidos- y pierde España. Ahora el mar Báltico baña las costas españolas -con su papel de aguas clave para ser usadas contra Rusia con la desgraciada cronificación de la guerra rusa en Ucrania y las decisiones militares -entrada de Finlandia y Suecia en la OTAN- conseguidas.
Los países europeos -España incluida- en plena crisis económica postpandemia, se ven obligados a destinar enormes recursos económicos para gastos militares -cumpliendo con el mandato estadounidense para las misiones que el Pentágono asigne a cada miembro en las fronteras del Este europeo, en el Mediterráneo, en el mar Negro y en Oriente Medio- que contribuye a que Washington nos encuadre cada vez más -no sólo contra Rusia- contra China -considerado por Washington el principal enemigo- lo que comprobaremos en la Cumbre de la OTAN en Madrid.
Frente a esta deriva -que sólo conduce a un mayor secuestro de la soberanía nacional y a una más profunda subordinación de España a los planes de la superpotencia estadounidense- es urgente un frente amplio en defensa de la soberanía nacional.