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(Texto: Mar Bassa/ Fotos: Dani Pérez) Nervios, emoción y ojos que brillan al subirse el telón tras una cuenta atrás anunciada por megafonía. Gritos, sonrisas y unas miradas cómplices que son capaces de decirlo todo sin mediar palabra. Acordes, focos y una sola voz que es capaz de llenar el Teatro Cervantes. Eso es lo que consigue Pablo Alborán.
El malagueño dio el pistoletazo de salida con uno de los temas de su último disco, Hablemos de amor, cantada con delicadeza que, al acabar, es recibida —y al artista— con una gran ovación que se quedaría pequeña en comparación con lo que estaba por llegar. Tras los aplausos, Desencuentro, una de sus primeras canciones, se hizo paso y fue de las más coreadas.
Tercera noche en el teatro, en “casa”, tras colgar el cartel de entradas agotadas a los diez minutos de salir a la venta en las tres jornadas: 20, 21 y 22. Alborán comunicó a su público entregado que se iba a dejar la garganta esta tercera cita y agradeció que sus más fieles viajasen para verle. Fanes que venían desde Alemania e incluso desde Catar. “Gracias por hacerme más feliz si cabe cada vez que vuelvo a casa”, concluyó en su presentación.
Un piano y una guitarra le bastan para crear magia y provocar emociones en un ambiente íntimo y cercano en esta gira de teatros única e irrepetible. Ecos y Que siempre sea verano fueron las encargadas de brotar las primeras lágrimas entre los asistentes.
Acompañado de sus músicos, el artista deleitó con la percusión para dar paso a otra de sus primeras canciones, Miedo, que unió con La escalera para darle más ritmo al concierto a golpe de piano y palmas.
Pero uno de los momentos más mágicos estaba a punto de pasar.
El malagueño se puso en pie para dirigirse a sus paisanos con brillo en los ojos captado en las pantallas de detrás: “No sabéis lo que es para un músico como yo que ha querido dedicarse a esto que después de 12 años sigáis estando ahí”. También confesó que el apoyo de sus seguidores era un regalo porque la vida pasa y cambia.
“Los caminos se dividen, se vuelven a juntar y siempre hacéis que se junten con el mío; gracias de corazón, que dure mucho y que este refugio dure para nosotros”, prosiguió. Después de esta introducción, cantó Tu refugio a capella, bajo un foco. Sin micrófono, su voz se escuchaba hasta el fondo del teatro, demostrando la enorme capacidad vocal que tiene.
Saturno fue su sucesora, acompañada por las linternas de los teléfonos móviles que simulaban estrellas fugaces visibles desde el piano en el que estaba sentado Alborán. Le siguió Castillos de arena y Pasos de cero fue la encargada de hacer retumbar el espacio con palmas. Tras unas palabras leídas en su teléfono móvil sobre la vida y sus distintos ritmos, deleitó con Si hubieras querido.
La primera sorpresa de la noche llegó justo después. Con el teléfono en mano, Pablo Alborán cantó un tema recientemente compuesto dedicado a Málaga, su “casa” y su tierra. Uno de los regalos más emotivos que el artista, acompañado con una guitarra, giros y quejíos, entregó a los asistentes.
Con Perdóname se paseó por todo el escenario, canción con la que algunos fanes aprovecharon para regalarle rosas y darle la mano. Prosiguió con Carne y hueso a ritmo de cadera, una bachata que demostró que el artista se atreve con todos los géneros y que le gusta innovar.
Uno de los puntos fuertes de esta gira es que Alborán sigue siendo el mismo que hace doce años, cuando empezó su carrera musical. Por ello, intercambiaba temas más actuales con los primeros en componer, como Seré, llena de quejíos, giros y largas notas que harían quedarse sin oxígeno a cualquiera excepto a él.
El culmen de emoción llegó con Solamente tú, su primer single, cantado a viva voz y con los ojos humedecidos. Pero la emoción fue en crescendo al continuar con Prometo, otra de las composiciones más queridas y apreciadas por sus fanes, que no pudieron evitar que sus lágrimas se deslizasen por sus mejillas.
Sin embargo, Tabú y La fiesta fueron la encargadas de reavivar el ambiente, logrando que el público se pusiera en pie y arrancase con palmas a ritmo de la música con sonrisas y miradas cómplices con el artista, a quien no se le borraba la sonrisa de la cara. La felicidad se palpaba en el teatro.
Tras esto, hubo un muy breve descanso de menos de cinco minutos que el público llenó con gritos de “otra, otra”, “Málaga te quiere” y “yo soy boquerón, boquerón, boquerón”. Nadie quería que esa noche memorable llegase a su fin.
Alborán reapareció y se dirigió a los presentes: “Los primeros pasos que di con mi guitarra y mis canciones fueron en Málaga”. Explicó que tuvo “la suerte” de que grandes artistas le invitasen a compartir escenario, como Diana Navarro y Vanesa Martín.
Hace unos meses, remarcaba, descubrió a un artista malagueño y confesó que sus canciones le “dislocaron”. Así presentó al joven Ginés González, quien explicó que admiraba a Alborán desde sus inicios, y ambos cantaron Por fin. El invitado sorpresa fue el encargado de los acordes de su guitarra para acompañar las voces. Tras ello, el invitado se vio en una “encerrona” que aceptó y cantó una de sus canciones bajo la atenta escucha del público, que lo despidió con fuertes aplausos.
Pablo siguió con el espectáculo con Quién, también una de las más coreadas: “Quién va a quererme soportar y entender mi mal humor, si te digo la verdad no quiero verme solo”, cantó. Al final añadió: “Gracias Málaga por nunca dejarme solo”.
Te he echado de menos, coreada por el público que ya empezaba a saborear la despedida, fue la penúltima canción. El colofón final lo dio Llueve sobre mojado, que puso en pie a todo el teatro, dando palmas, riendo y disfrutando.
Pablo Alborán, en esta gira única e íntima de teatros, se acerca a su público como hacía años que no era posible al ser conciertos masivos. Ha demostrado, acompañado por tres de sus músicos, de lo que es capaz de conseguir en un acústico donde la guitarra, el piano y su voz son las protagonistas. Además, el malagueño daba juego e interactuaba y bromeaba con los presentes, saliéndose del guion a seguir.
Uno de los tesoros más preciados de Málaga convirtió la noche del 22 de junio en un acto memorable, irrepetible y especial. Las dos horas y 28 canciones perdurarán siempre en los recuerdos y corazones del artista y de su público entregado que, sin quererlo, soñaron despiertos en una noche en la que se detuvo el tiempo.