Tiempo de lectura aprox: 54 segundos
Bueno, Esperanza, ha pasado tanto tiempo, que ya no hablas ni contigo misma.
La muerte, esa traidora, se llevó a tu compañero de fatigas y te dejó el corazón tan dolorido, que ya ni lo sientes, y sin ganas de hablar con nadie, ni siquiera contigo misma.
Solo escuchas el sonido del silencio que a ti te parece atronador.
Nunca pensé que el silencio tuviera sonido; y lo tiene; solo que es el sonido de la soledad. Sin duda solo lo oyen los que están solos; es como si las paredes hablaran en susurros y tú te quedaras escuchando a ver si reconoces esa voz que, por supuesto, no existe pero que a ti te parece que es del ser amado que marchó a ese Lucero del Alba.
Las noches parecen eternas; intentas entretenerte con la caja tonta, pero ni siquiera escuchas lo que dice.
Yo a veces me refugio en mis poemas que cada día son mas tristes, pero hago todo lo posible para no escuchar el sonido del silencio.
TENGO PENA
Un día, la muerte traidora
que llegó con su guadaña,
se llevó de mi jardín
la rosa que más amaba.
De un tajo la destruyó.
Y me dejó triste y sola
en el jardín solitario…
Pues ya no estaba mi rosa.
Ya no puedo acariciar
sus hojas de terciopelo.
Ni darle mis besos dulces,
que no llegan hasta el cielo.
No sé lo que voy a hacer,
pues cada día que pasa
lo echo tanto de menos,
que me ahogo en esta casa.
Ya no me gusta el jardín.
porque no está en el rosal
la rosa que yo quería
con el alma, de verdad.