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ENTREVISTA A ENRIQUE JARAMILLO LEVI
AN INTERVIEW TO ENRIQUE JARAMILLO LEVI
Autor: Francisco Javier Rodríguez Barranco
Filiación académica: Colaborador Honorario de la Universidad de Málaga
Correo electrónico: fjazzvier.reivzzajf@gmail.com
Código Orcid: 0009-0005-2623-511X
RESUMEN: El escritor panameño Enrique Jaramillo Levi acaba de cruzar el Atlántico para publicar en España, concretamente en el sello malagueño Ediciones Azimut, su libro de relatos Urdimbres y le cabe a su humilde director, Francisco Javier Rodríguez Barranco, el placer y el honor de poder entrevistarle. Durante la charla analizaremos las diferentes caras del prisma que Urdimbres traza; abordaremos la obra anterior del escritor panameño que nos ocupa; comentaremos también los vínculos personales y literarios de Jaramillo Levi con los autores del boom de la literatura hispanoamericana, donde hay que destacar sobre todo el magisterio de Juan Rulfo; y desembocaremos en una visión de conjunto de la literatura panameña y su difícil arraigo en España.
Buenos días, Enrique, la primera pregunta necesariamente ha de ser autocomplaciente: ¿qué te animó a publicar Urdimbres precisamente en Ediciones Azimut, que probablemente es la editorial más pequeña del mundo?
Precisamente, por tener esa rara fama, me interesó. Lo diferente, lo que suele salirse por la tangente, lo que de una manera u otra ilumina al mundo desde una perspectiva singular, siempre me ha interesado, en todos los órdenes de la vida. Primero creí que lo de pequeña aludía al tamaño de los libros, y los imaginé diminutos, como si cupieran en la palma de la mano. Pregunté, y no iban por ahí los tiros. Simplemente se trataba de una editorial más selectiva, más comedida, renovadora en sus gustos y en sus apuestas por autores de algún modo “curiosos” o sui generis. Y les ofrecí mi libo, y les encantó, y ya existe como tal, y todos contentos.
Fiel a su título, Urdimbres se ofrece al lector como un entramado de anhelos humanos. ¿Cómo fue la gestación de este libro y qué le hace diferente de tus obras anteriores?
De alguna manera muchos de mis cuentos tienen rasgos en común, similares obsesiones, un afán de experimentación formal. Esto es así desde Duplicaciones (Ed. Joaquín Mortiz, México, 1973), colección de 40 cuentos escritos como único becario extranjero del Centro Mexicano de Escritores ese año, bajo la tutela crítica de los escritores mexicanos Juan Rulfo y Salvador Elizondo. El crítico panameño Ricardo Segura, ya fallecido, dictaminó ese año que esos cuetos introducían en Panamá tanto la literatura fantástica como la metaficción… Urdimbres tiende a hibridizar géneros (poesía, ensayo, periodismo, filosofía), pero también a contraponer o fusionar conceptos usualmente considerados antagónicos: sueño/vigilia, cretividad/esterilidad, vida/muerte, felicidad/tristeza, hombre/mujer, físico/mental.
Algo que desde luego se aprecia en esta obra es la convivencia simultánea de la vida y la muerte en una frontera difusa donde muchos personajes todavía no son conscientes de haber iniciado su viaje por la laguna Estigia. ¿Qué puedes decirnos al respecto?
Es un poco lo que decía antes: No hay bordes, no hay límites, todo es parte de todo. Eso incluye a la vida y a la muerte. Sin embargo, a veces los puntos de contacto o las convivencias entre extremos son tenues. Difusas.
¿Hay algo de Pedro Páramo en todo lo anterior? ¿Cómo fue tu relación literaria con Juan Rulfo?
Por supuesto hay algo de Pedro Páramo en esas fusiones y esos trasvases. Pero aunque parezca inmodesto señalarlo, no poco de esos cuentos de Duplicaciones fueron concebido antes de yo leer esa extraordinaria novela de Rulfo. Y es una obsesión que se ha quedado conmigo a lo largo de los años.
¿Y del tan estereotipado realismo mágico? ¿Hay algo de realismo mágico en Urdimbres?
Deliberadamente no, Creo que esa forma de escribir ya está bastante superada. Lo mío suele ser más bien realismo descarnado que supura realidades paranormales, metafísicas, surreales, como si la realidad no fuera capaz de ser de otra manera.
Relacionado con el juego de duplicaciones en Urdimbres, creo que te gusta jugar con las posibilidades que ofrece la transición de la vigilia al sueño, y viceversa, así como esa dinámica de espejos, que tanto agradaba a Borges. ¿Qué puedes decirnos al respecto?
De algún modo creo ya haber respondido esta inquietud tuya en respuestas anteriores. Sin embargo, me gustaría añadir que a veces –no siempre–, no se trata de una transición de un estado a otro, sino de una convivencia que de pronto se afila y materializa de un modo supranatural que no se veía venir.
¿Y de la metaliteratura? Porque eso es un elemento fundamental dentro de Urdimbres.
Desde Duplicaciones (1973) hay metaliteratura ocasional en mi producción, tanto cuentística como poética, pero en mi caso muy particular lo que me induce a ejercitar esta tendencia literaria en casi todas sus variantes, es mi permanente vocación docente y como periodista cultural y editor de revistas literarias y de libros de autores nacionales. Y también al impartir por años talleres de cuento avanzado. Sin que suene a estar proclamando una determinada preceptiva, de algún modo lo es sabiéndolo disimular como tal…
Tampoco son ajenas a Urdimbres las referencias a la situación sociopolítica de Panamá, así como a circunstancias candentes, como la actual pandemia de coronavirus o la recurrente epidemia de SIDA. ¿Hasta qué punto influye en tu creatividad la realidad circundante?
Esta pregunta me interesa sobremanera porque algunos lectores consideran que en obras anteriores me “evado” de la realidad “real” relativa a los conflictos políticos tales como la corrupción, el abuso del poder y las tendencias francamente dictatoriales, entre otros temas. No es así, y Urdimbres, como otros libros de cuentos escritos y publicados durante o después de la pandemia (entre 2020 y 2022), son sin duda una vuelta a la escenificación artística de mi interés genuino por tales asuntos. Igual ocurre sin duda con el tema mismo de la pandemia y sus secuelas… Me refiero a libros como: Desde el borde (2020); y “Hueso duro de roer”, “Lo efímero perdurable”, “Epifanías circulares”; “Top Secret (Cuentos sobre OVNIS)”, “Realidades alternas” y “Dicen las buenas lenguas y otras ficciones pospandémicas”, todos publicados en 2021-2022 en pequeñas editoriales de Colombia, Guatemala, Costa Rica y Panamá, en cuyos cuentos también hay mucha minificción, erotismo y juegos con el absurdo.
¿Y el erotismo, no solo en Urdimbres, sino en el resto de tu obra?
El erotismo, junto con lo fantástico, siempre han sido mi pasión literaria, “las niñas de mis ojos”. A veces por separado, otras veces fundidas, ambas inquietudes alimentan gran parte de mi obra cuentística, pero también poética, la cual arranca con la publicación en México, en 1978, de Los atardeceres de la memoria y llega en 2022 en Panamá a Materia prima. Cabe señalar que abordo todo tipo de erotismo, tanto de forma subliminal hasta con el mayor desparpajo posible.
Vamos a evolucionar ahora hacia cuestiones más genéricas. Hemos mencionado a Rulfo, el realismo mágico o Borges, ¿Cómo fue tu historia personal del boom de la literatura hispanoamericana, gracias al cual los españoles descubrimos que la lengua española sirve para algo?
Mi mayor influencia entre los autores del boom fue sin duda el Julio Cortázar cuentista. Cuentos suyos como “Casa tomada”, “Lejana”, “La isla al mediodía”, “La noche boca arriba” y “Una flor amarilla”, entre otras, me deslumbraron. Aprendí mucho leyendo las novelas del mexicano (por cierto nacido en Panamá) Carlos Fuentes, tales como La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz y Aura (novela breve de corte fantástico). De García Márquez, todo: cuentos y novelas. De Vargas Llosa, todo. También, un casi participante del boom y amigos de los cuatro mencionados, el chileno José Donoso, sobre todo con su compleja novela genial El obsceno pájaro de la noche”. Habría que sumar, de esa época, al cubano exiliado Guillermo Cabrera Infante, son su novela Tres tristes tigres. Todos tenían en común, a pesar de grandes diferencias estilísticas e ideológicas que con el tiempo se acentuaron, un modo extraordinariamente creativo de concebir cada una de sus creaciones como una auténtica obra de arte, cuidada hasta la minucia. ¿Cómo no aprender de autores tan versátiles que rompían esquemas y se imponían en el mercado literario mundial casi a pesar suyo?
Apenas había nacido cuando explota el boom de la literatura hispanoamericana en España, pero creo que Juan Villoro, Premio Herralde de novela en 2004, uno de los más prestigiosos en el panorama literario español, fue alumno tuyo en México, allá por 1980. ¿Cómo fue esa relación literaria y pedagógica con Villoro?
La verdad es que a Villoro lo conocí poco, solo le di clases durante su último semestre en un grupo de casi cuarenta alumnos en la Universidad Autónoma Metropolitana (en Iztapalapa, México, D.F. que recién se había creado en 1975). Aclaro que fui a México becado en 1971 y me fui quedando 12 años: regreso a Panamá en 1983). Jamás imaginé que estaba destinado a ser el gran escritor versátil que hoy es, pero sí me di cuenta de inmediato de su sobresaliente inteligencia y sensibilidad, muy por arriba de las de sus compañeros de clase.
Como español que decidió el azar que yo fuera, me siento muy avergonzado de reconocer la poca o nula valoración de que goza el relato breve en la patria de Cervantes. De alguna manera se considera que el cuento es algo así como un muñoncito narrativo o, en el mejor de los casos, una novela fallida. ¿Cuál es tu actitud hacia este género literario que tiene, a mi entender, vida propia e independiente de la novela y el poema? ¿Puedes hablarnos de los talleres de cuentos que impartes desde hace años?
Dos preguntas en una. Yo creo que el gran rompimiento viene cuando Juan Casamayor crea su empresa editorial Páginas de espuma publicando solamente libros de cuentos sobresalientes, tanto de autores españoles presentes y del pasado, como de cuentistas universales a quienes uno a uno va rescatando y propiciando que se les reevalúe hoy, y además antologías que han resultado ser fundamentales. En 2003 tuve la dicha de convertirme en el primer escritor de Panamá en publicar un libro de cuentos en España, en dicha editorial: Luminoso tiempo gris. También publiqué con ellos una voluminosa antología del cuento centroamericano contemporáneo (10 cuentos de cada país del área, 60 en total).
En cuanto a mi actitud hacia este hermoso y difícil género literario, queda expresado en más de 1000 cuentos publicados entre 1965 (“Catalepsia”) y 2023 (“Umbrales”): fascinación, disciplina, compromiso. ¡Un destino!
Tu actividad literaria abarca un campo vastísimo (poesía, cuento, ensayo, antologías de autores panameños y mexicanos). ¿Cómo se te hace nadar en ríos tan revueltos y no ahogarte?
Es una buena pregunta. Motivaciones múltiples, férrea disciplina, un afán desmedido por dar a conocer lo mejor de las letras actuales, aprovechando mi formación docente y como investigador literario, y mi aprendizaje en el México de los setenta del siglo pasado de llegar a ser editor y promotor cultural. Por otra parte, mi segunda pasión literaria es la poesía, junto con el ensayo. También la escritura de artículos periodísticos en medios locales. Además, me encanta preparar antologías sobre aspectos literarios que aún no han sido investigados o estudiados, seleccionar a mi juicio, «lo mejor de lo mejor de algo».
Es preciso desembocar en la literatura panameña y con esto finalizo la entrevista. ¿Cómo ves estos cien años de literatura panameña? ¿Por qué les cuesta tanto a los autores de Panamá llegar hasta la abuela patria?
Otra pregunta difícil. No estoy seguro. Creo que hay múltiples razones. Por un lado, en general ha habido falta de confianza en la propia obra; a menudo con justificada razón, porque no se tiene la necesaria capacidad de darle continuidad a lo bueno que logra crearse con un primer esfuerzo y auténtico talento… Además, falta de constancia, de disciplina escritural. La mayoría se contenta con ganar premios literarios locales, con publicar en Panamá y ser motivo de elogios nacionales. Yo tuve la gran suerte de poder salir, de formarme becado en los Estados Unidos primero (dos Maestrías en la Universidad de Iowa, 1967-1970), estudios completos –sin tesis– de Doctorado en la UNAM de México, publicaciones en ese inmenso país, contactos con buenas editoriales y con autores fuera de serie: Rosario Castellanos; Elena Poniatoska (primera persona en entrevistarme en México hacia 1973, en el periódico Novedades, donde tenía una popular columna), Octavio Paz, Juan Rulfo, Salvador Elizondo, Carlos Fuentes, Edmundo Valadés (director de la célebre revista El Cuento), José Emilio Pacheco; Fernando del Paso (quien alguna vez me entrevistó para la BBC de Londres, en donde vivía entonces y yo estaba de visita), Amparo Dávila, Mónica Lavín… No es poca cosa.