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Oriente Medio está al borde de una gran conflagración que pone en peligro la paz mundial. La brutal y genocida ofensiva israelí contra Gaza, que cumple ya siete meses, junto con los esfuerzos pirómanos de los halcones de Washington y Tel Aviv han conducido a la región a una furiosa espiral de violencia. Por eso es el momento de redoblar los esfuerzos por parar la guerra e imponer la contención de los belicistas y el alto el fuego inmediato en la Franja.
Cadena de ataques y contraataques
En respuesta al incendiario ataque israelí contra su consulado en Damasco, el pasado 1 de abril, y en una más que esperada represalia, Irán ha lanzado más de 300 drones y misiles contra Israel que sin embargo han tenido un efecto limitado, al haber sido interceptados en un 99% por la “cúpula de hierro” israelí -como se llama al sistema de defensa antiaérea- y principalmente por la intervención masiva de la aviación y los sistemas antiaéreos estadounidenses. Todas las miradas están ahora en la previsible represalia de Netanyahu y en el papel de EEUU, en una espiral que pone todo Oriente Medio al borde de una gran conflagración de alcance imprevisible, y que pone en gravísimo peligro la paz mundial.
Es la primera vez que Irán lanza un ataque directo sobre suelo israelí. Pero se trata de una represalia tras seis meses de continuas provocaciones y agresiones de Netanyahu contra Teherán. Desde el 7 de octubre, el gobierno más ultra sionista y belicista de la historia de Israel no sólo se ha lanzado a fondo a masacrar la Franja de Gaza y a sus dos millones de habitantes, asesinando a más de 33.000 personas -el 70% de ellos mujeres y menores de edad-, sino que ha lanzado continuos ataques a sus vecinos, a las posiciones de Hezbolá en Líbano y Siria, y contra Damasco -capital de Siria-, pero siempre apuntando a Irán. Lo que busca provocar un incendio a gran escala que obligue a Estados Unidos a intervenir directamente y con sus propias fuerzas en Oriente Medio.
Ampliar la guerra, objetivo de los incendiarios
Pero el pasado 1 de abril, Tel Aviv decidió cruzar un Rubicón en sus esfuerzos pirómanos. Un misil destruyó en Damasco la residencia del embajador iraní en la capital siria. Era el ataque más letal desde 2021, mató a destacados militares iraníes, entre ellos tres comandantes de la Guardia Revolucionaria. Una ofensa que Teherán no podía obviar. Durante los siguientes días el régimen iraní de los ayatolás clamó venganza, asegurando que infligiría el “máximo daño” por el ataque en Damasco, y tanto Estados Unidos como Israel pusieron a sus fuerzas en la región en estado de máxima alerta.
Sin embargo, a pesar de las declaraciones de venganza, todo parece indicar que las autoridades iraníes han tratado de calibrar muy bien su respuesta. Hay numerosos indicios de que Teherán informó de sus intenciones a varios vecinos de Israel -a Irak y a Jordania, por cuyo espacio aéreo han cruzado los 300 drones y misiles- para que pudieran advertir a Tel Aviv y Washington, minimizando así el riesgo de escalada. Incluso ha sido posible seguir a los proyectiles en directo durante buena parte de su trayectoria. Fruto de esto, la inmensa mayoría de los proyectiles iraníes han sido interceptados, causando múltiples destrozos materiales y lamentándose sólo una víctima mortal.
De hecho, Irán ha declarado que “da por concluida su represalia” y Israel ha reabierto su espacio aéreo -que había cerrado ante la llegada de los drones y misiles- y los cazabombarderos que derribaron decenas de misiles fuera de territorio israelí han vuelto a sus bases.
Hay que parar la guerra
Es preciso exigir a todos los actores internacionales -especialmente a Estados Unidos y a la Unión Europea- que impidan a Israel una nueva escalada armada que añada más pavesas al ya altamente explosivo escenario de Oriente Medio.
Todas las acciones deben estar encaminadas a imponer un alto el fuego en Gaza y la apertura de corredores humanitarios que puedan ayudar a una población civil en situación límite, así como a conseguir la distensión entre Israel y sus vecinos. Justo lo contrario de lo que parecen pretender los pirómanos de Tel Aviv y de Washington.
Eduardo Madroñal Pedraza