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Mi padre siempre me decía que “el que es agradecido es bien nacido”. Estoy segura de ello. Por eso hoy mi charla va de agradecimiento a todas las personas que se desviven por mantener los comercios y demás bienes de consumo con todo lo necesario para poder sobrevivir a esta maldita pandemia.
No sin olvidar (porque no sería justo) a tantos ángeles sin alas que hay en los hospitales, residencias, cárceles, cuarteles, y protección civil. A ellos quiero dar las gracias, (muy particularmente a los de Alhaurín de la torre), porque el otro día, me hicieron llorar, y sobre todo, recuperar la fe en el ser humano.
Ellos llegaron a la puerta de mi vecina, porque era su cumpleaños, y le cantaron al unísono, cumpleaños feliz. Yo, desde mi ventana, fui testigo de algo que me llegó al corazón.
Entonces me vino a la memoria un poema que les hice hace ya tres años, cuando estuve ingresada por ese maldito cáncer, a esos ángeles como yo los llamo, que me ayudaron a salir de ese pozo oscuro que es la enfermedad, y ahora están ayudando casi al límite de sus fuerzas a tantos y tantos enfermos por el dichoso coronavirus.
Va por todos ellos.
LOS ÁNGELES DEL HOSPITAL
Aunque el hospital sea austero y frío
hay ángeles que sin ser del cielo,
te vigilan siempre noche y día
y extienden sus alas hasta el suelo.
Sus alas son sus uniformes,
blancos, verdes, ¡qué más da!;
lo importante es su labor
para el mal apaciguar.
Vigilantes noche y día
contra el dolor lucharán,
para que allí los enfermos
tengan la tranquilidad.
De saber que no están solos
ellos pendientes están…
de sueros y de calmantes
que tú necesitarás.
Para mí ¡ángeles son!
Tienen un don especial,
aunque no se vean sus alas
pueden con ellas volar.