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Los deseos-pasiones-pulsiones-libidos-instintos son un conjunto de realidades, que junto con las emociones-sentimientos-afectos forman parte del llamado mundo irracional…
Se clasifican tradicionalmente las necesidades humanas: como primarias o básicas, secundarias, terciarias. Sin entrar en profundos análisis psicológicos y psicoanalíticos, sino con lenguajes simplificados, pongámonos a reflexionar mínimamente, sobre este enorme mundo o mundo interior que llevamos dentro de nosotros. Que como todo en la naturaleza va modificándose y cambiando y evaluándose, pero siempre como los pilares-fundamentos-columnas que sostienen el resto del edificio de lo humano, de la humanidad, de cada individuo, de cada grupo. Evidentemente de distinto modo o forma o manera.
Se podría expresar que el ser humano está dentro de si mismo, con consecuencias en la exterioridad, en sus actos, individual y colectivamente, un enorme mar-lago-magma del mundo irracional y del mundo racional, o, simplificando de ese mundo de deseos-pasiones, de afectos-emociones, de voluntad-libertad-entendimiento. Toda la vida del hombre, individuo o colectivo, es un intento de racionalizar con prudencia y verdad y moralidad correcta el mundo irracional, y, por otro lado, el mundo irracional es una lucha constante para que el mundo racional lo tenga en cuenta.
Desear-querer-anhelar-apetecer son un conjunto de realidades que emergen desde dentro hacia fuera, y desde fuera hacia dentro rebuscando-horadando la realidad interior-exterior. No podemos ser-estar sin deseos-pasiones, pero tampoco podemos dejar que «todo el yo», sea como el actor-marioneta de ese mundo interior que en gran parte desconocemos, fije el guión de la vida.
En el siglo veinte, se creó-teorizó-hipotizó la teoría de los tres cerebros, es decir, que el ser humano, ha ido evolucionando a lo largo de cientos de millones de años, y esencialmente, está formado por tres tipos de cerebro, que se incardinan dentro de sí: el cerebro de los reptiles, el cerebro de los mamíferos, el cerebro de los primates. Unos se incardinan dentro de los otros, desde el más profundo. Sea cierto o no, sea en parte o solo en muy pequeña parte, se piensa que los grandes constructos pulsionales-libidinales-pasionales surgen de ese cerebro más antiguo que de alguna manera, permanece dentro de la evolución humana.
Todas las grandes-medianas-pequeñas religiones y filosofías y metafísicas que han existido en el mundo, diríamos, que incluso todas las culturas y macroculturas, lo que intentan, mejor o peor, es que el ser humano, cada ser humano integre-armonice en si mismo, todos esos mundos interiores, para que de ese modo, sea un sujeto que pueda existir, de un modo lo más armónico posible, con el resto de seres humanos, con la Naturaleza en todos los sentidos, con la Cultura como interpretación-vivencia del mundo, con las grandes concepciones de lo Metafísico (Alma, Dios, Eternidad).
Diríamos que las culturas-sociedades son de algún modo enormes artilugios-construcciones-arquitecturas-sistemas que lo que buscan es que todas las realidades humanas, que antes hemos indicado vivan-convivan con un suficiente grado de paz-libertad-equidad-prudencia-racionalidad-sentido común.
Existen deseos-pasiones-pulsiones-libidos que parecen maremotos, que se llevan con ellos, la poca racionalidad que nos queda en esos momentos. Es como esos seísmos que arrastran todo lo que encuentra. Diríamos la función-finalidad del ser humano, que es, como tantas veces, se ha dicho a lo largo de veinticinco siglos, desde Aristóteles, es un animal racional, por tanto, dispone de una animalidad, es decir, una irracionalidad, pero también es racionalidad, es decir, dispone de inteligencia-entendimiento-libertad-voluntad-moralidad, y, si es admitimos la Trascendencia-Dios, dispone de alma-espíritu inmortal.
Por tanto, debe cada ser humano, intentar aunar-armonizar-equilibrar todos esos aspectos de lo que es o de lo que forma parte en sí mismo. Porque si no el ser humano se convierte en un animal con razón, pero la razón-razonabilidad no sirve para equilibrar la animalidad, sino incluso, para amplificarla, por tanto, el hombre se convierte en más animal que el animal, en más irracional que la irracionalidad instintiva del animal.
¿Vivimos-existimos en unas sociedades, nadie se rasgue el velo de sus ojos, que incentiva en desmesura todo lo irracional del ser humano, a nivel individual y colectivo? ¿Esta es una de las grandes y graves preguntas de la existencialidad-esencialidad de lo humano, del ser humano, individual y colectivamente…? ¿No podemos anegar la irracionalidad en la racionalidad, como si ésta no existiese, quizás en esquemas mal interpretados de Descartes y seguidores, pero tampoco, podemos dejar que la irracionalidad individual y colectiva se adueñe del destino humano, porque estaríamos abocados a enormes sufrimientos personales e individuales, sociales y colectivos…?
¿Incluso a la autoextinción de la propia especie humana, porque esto es lo que en última instancia nos estamos jugando con la irracionalidad sin medida, recordando la famosa frase de la tirada de dados, la «suerte está echada» en el concepto del viejo y antiquísimo Julio César…?
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Fin artículo 2.728º: «Deseos».