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El virus circula y perfecciona su capacidad para transmitirse. Los últimos datos de contagios y fallecimientos por COVID en España son preocupantes. Aunque un alto porcentaje de la población está vacunado, no se sabe la duración de la inmunidad. Todas las medidas de protección son efectivas, en especial si suman. Que las restricciones desaparezcan no es irreversible, la pandemia no ha terminado y no debemos olvidarnos del coronavirus ni de la mascarilla.
Los datos del día 17 de abril son 455 nuevos fallecimientos y la tasa media de contagiados confirmados por cada 100.000 personas de 334,36. Pero hay comunidades autonómicas con cifras muy superiores, destacando Asturias, Navarra, Galicia, Castilla y León e Islas Baleares.
Los cambios en el protocolo COVID en España que han establecido una nueva estrategia de vigilancia y control del virus. Lo que supone, entre otras cosas, que los contagiados con síntomas leves y asintomáticos no estarán obligados a realizar cuarentena; y las pruebas diagnósticas no serán necesarias salvo en casos graves o que pertenezcan a grupos vulnerables.
Se habla de una etapa de gripalización del coronavirus. Aunque los epidemiólogos consideran la posibilidad de que se desarrollen tres distintos escenarios en el futuro del coronavirus: que se produzca una mutación del SAR-CoV-2 “muy agresiva” -improbable pero no imposible-; surja una variante en una zona infraprotegida -como en África con muy baja tasa de vacunación-; o el covid se convierta en endémico con posibles picos estacionales.
Vigilancia y prevención
Entrevistamos a Isabel Sola Gurpegui, viróloga y bióloga, experta en coronavirus e investigadora, y codirige con Luis Enjuanes el Laboratorio de Coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CNB-CSIC).
¿Sería correcto igualar el coronavirus a la gripe?
Aunque los coronavirus causan también infecciones respiratorias, no es correcto identificarlos con la gripe. La gripe estacional se limita fundamentalmente a los meses de invierno y su mortalidad es inferior a la de SARS-CoV-2. Hasta ahora, las infecciones por SARS-CoV-2 no han sido estacionales y los aumentos y disminuciones de incidencia se han debido a la presencia de más o menos restricciones en los contactos y a la aparición de variantes nuevas.
En cualquier caso, la vigilancia de SARS-CoV-2 podría beneficiarse de las redes ya establecidas para vigilar la circulación de gripe y otros virus respiratorios.
¿Permitirán las nuevas medidas de vigilancia detectar a tiempo un agravamiento o una nueva variante?
De momento, la vigilancia se está centrando en los mayores de 60 años, que representan a la población más vulnerable. En principio, la idea es que los aumentos significativos en la incidencia y en los indicadores de hospitalización y muertes se traduzcan enseguida en cambios en las medidas de prevención para contener la transmisión del virus. Es de esperar que esto sea realmente así y que la desaparición de las restricciones no se considere como algo irreversible, una señal de que la pandemia ha terminado y ya podemos olvidarnos del virus.
La realidad es que el virus sigue circulando y perfeccionando su capacidad para transmitirse. Los últimos datos de España muestran un aumento de la incidencia en mayores de 60 años, con cifras que empiezan a ser preocupantes. Nuestras armas contra el virus son la inmunidad y las medidas de prevención que tan bien conocemos, las mascarillas, las distancias entre personas, la ventilación… En España tenemos a nuestro favor un altísimo porcentaje de población vacunada, especialmente en los más vulnerables, pero ni la inmunidad ni el virus son inmutables, así que no podemos cerrar los ojos completamente al SARS-CoV-2.
Respecto a la detección de nuevas variantes, también es de esperar que la red de laboratorios que vigilan la evolución del virus mediante secuenciación continúe su actividad, porque es fundamental para saber a qué nos estamos enfrentando. No sería prudente pensar que ya no los necesitamos.
¿Se sabe la duración de la inmunidad?
No sabemos con certeza cuál es la duración de la inmunidad, tanto la de las vacunas como la de las infecciones naturales. En general, sabemos que los anticuerpos, que son los que impiden que nos infectemos, se mantienen hasta 6-8 meses. Sabemos también que la inmunidad celular, que nos protege de la enfermedad más severa, puede durar más tiempo, seguramente más de un año, pero no sabemos hasta cuándo.
Sin embargo, el virus evoluciona para escapar de esta inmunidad generando variantes nuevas, que fundamentalmente pueden escapar de la neutralización de los anticuerpos. Afortunadamente, la inmunidad celular es más resistente a las nuevas variantes.
En cualquier caso, este es un proceso dinámico y por eso es fundamental vigilar cómo de potente es la inmunidad de la población con el tiempo frente a las variantes que circulen en ese momento para actuar lo antes posible, revacunando y reestableciendo medidas de prevención.
¿Qué medidas de protección deberían continuar?
Todas las medidas de protección que conocemos son efectivas, especialmente cuando se suman. Por tanto, si vamos a estar con un buen número de personas en un espacio cerrado, lo prudente será ventilar bien y utilizar la mascarilla, si es posible. Si no llevamos mascarillas, por ejemplo, en un restaurante, habrá que cuidar la ventilación e intentar evitar que haya demasiada gente junta.
Por otra parte, sería muy conveniente seguir haciendo tests de diagnóstico. Son sencillos y rápidos y permiten detectar a personas que, muy probablemente, podrían contagiar a otros. Son de gran ayuda para contener la transmisión del virus. Si alguien es positivo, lo correcto es que limite sus contactos todo lo posible y advierta a quienes han estado con él/ella para que tengan precaución.
¿Qué se sabe del covid persistente?
Cada vez hay un mayor reconocimiento por las sociedades médicas de que el covid persistente es una entidad clínica que puede aparecer en el 10-20% de las personas que se infectaron, independientemente de que tuvieran síntomas leves o severos. Consiste en la persistencia, durante más de 4-12 semanas y hasta varios meses, de síntomas que no se pueden atribuir a ninguna otra causa. Los síntomas pueden ser muy variados, respiratorios, neurológicos, musculares, cansancio, palpitaciones, problemas de memoria…pero son limitantes para la vida diaria.
Hay varios proyectos en los que colaboran médicos e investigadores para conocer los mecanismos responsables de estos efectos observados a largo plazo y para identificar marcadores con los que detectar de forma objetiva estas formas de covid persistente. Se estudia la posibilidad de que pueda deberse a una respuesta inmune desregulada, asociada a inflamación, con posibles efectos en cualquier órgano. Alternativamente, se estudia si el virus podría persistir en algunos tejidos.
En algunos hospitales, españoles y fuera de España, hay unidades especializadas en el seguimiento de estos pacientes.
La probabilidad de sufrir Covid persistente después de una infección debería ser una razón muy convincente para evitar infectarnos.
Eduardo Madroñal Pedraza